HISTORIA DE UN JARDÍN MUERTO Y DE UN
PÁJARO ROJO
Alfonso Brezmes
I
Hay jardines vivos y hay jardines muertos: todos lo sabemos, todos los
hemos visto alguna vez; sólo hace falta
salir a buscar jardines con ojo de jardinero y no de oficinista o de ciudadano
ajetreado. Y los hay también lentos y veloces, como saben los poetas futuristas
y Eloy Tizón. Igual que hay pájaros de todos los colores; pero pájaros rojos
hay pocos, salvo en la jungla impenetrable, en los zoológicos y en los cuadros de
Chagall.
Y sin embargo, ya lo véis, aquí tenemos, como por arte de magia, un jardín
muerto y un pájaro rojo dentro de un libro negro y brillante que por dentro es
blanco y mate, como lo es el recuerdo de los muertos en la memoria de los
vivos.
II
MJ Vidal Prado, Emperatriz de los helados, como ella misma se autodenomina
en su blog, es una lámpara temblorosa que arroja luz sobre un jardín embrujado,
como si de una linterna mágica se tratase, que fuera proyectando sombras
chinescas sobre el frágil tapiz del recuerdo. Yo la conozco a través de las
redes sociales, ese océano en el que se encuentran los supervivientes de un
naufragio e intercambian sus impresiones sobre lo sucedido a bordo del barco
que se hundió, cuáles fueron las causas, por qué seguimos vivos, o por qué hablamos
como si aún lo estuviéramos.
“He intentado ser
sublime sin interrupción, pero he tenido momentos tan vulgares que dudo que
Baudelaire me acepte en su paraíso.”
Así es MJV, una mezcla de ironía y sensibilidad puesta a rodar a doscientos kilómetros por hora. Combina en sus intervenciones públicas poesía y humor, en ese delicado equilibrio que tanto disgusta a los “Poetas Oficiales” que conforman el “Establishment” y dictan con su gesto de mohín o con su ignorancia de todo lo que no sea de su agrado, las normas de la “Buena Poesía”, a riesgo de acabar convirtiéndola en algo penoso e impostado.
Así es MJV, una mezcla de ironía y sensibilidad puesta a rodar a doscientos kilómetros por hora. Combina en sus intervenciones públicas poesía y humor, en ese delicado equilibrio que tanto disgusta a los “Poetas Oficiales” que conforman el “Establishment” y dictan con su gesto de mohín o con su ignorancia de todo lo que no sea de su agrado, las normas de la “Buena Poesía”, a riesgo de acabar convirtiéndola en algo penoso e impostado.
Es una poeta rara MJV, en el sentido más favorable de la palabra rara, poeta con todas las letras, pues no escribe meras sensaciones, sino pensamiento y visión; es su poesía antes intuición que deslumbramiento, antes reflexión que pura emoción; pero en este libro ocupa una parte muy importante la visión, las visiones. Se trata de una poeta-niña que deambula con su cabeza en una mano y una palmatoria en la otra, una niña que ha leído todos los libros y que sabe cómo terminan todos los cuentos. Y por otro lado, “poeta rara” al menos en este libro, porque se decanta por el lado oscuro y menos comercial de la Poesía, para cruzar a Tierras de penumbra, como en el libro de C.S.Lewis, que no son del gusto de la Gran mayoría, rozando el malditismo de los elegidos.
LA HERENCIA DE MJ
VIDAL
-MJVP Es una poeta con la que me unen muchas cosas, y una de ellas, yo
diría que la esencial, es su importante bagaje de lecturas, que la convierten
en una poeta “culta”, que no cultista ni ostentosa de esa cultura, como
desgraciadamente algunos creen que es la buena poesía.
Lectora voraz de Rilke, T.S. Eliot, Pound y otros poetas mayores, como Cernuda
o Dámaso Alonso en España, amante de Mark Strand -lo que es indicador de su
buen gusto- resuenan en este poemario más que en otros poemas que le he leído por
las redes sociales la voz desgarrada de ALEJANDRA PIZARNIK y el oscurantismo
lúcido de LEOPOLDO MARÍA PANERO. Hay ecos de los Cantos de Maldoror, del Conde
Lautréamont y del malditismo decadente de un Baudelaire o de Rimbaud: ahí es
donde debemos buscar todo lo que no está pero se escucha como música de fondo
en sus poemas.
Pero todo esto no es baladí, porque este libro se hace eco de esos autores
que hablan ahora a través de MJV:
De qué lugar recóndito
subían las palabras a mi boca.
Qué anónimos autores
escondían mis vísceras.
-Pero claro, no bastaría con que me uniese el gusto por la lectura, y los
gustos literarios comunes. Con ser ello bastante, otra de las cosas que me une,
por afinidad, es que MJV es una poeta-inteligente,
y digo que me une eso, no porque yo lo sea, inteligente, sino porque me gusta
apreciar la inteligencia detrás de los textos de los demás, ser poeta e
inteligente desgraciadamente no es una redundancia -ojalá que todos los poetas
lo fueran- aunque tampoco es un oxímoron, no piensen que tengo una visión tan
negativa de las gentes que nos dedicamos a este oficio de malescribir versos.
Lo que quiero decir es que hay personas que utilizan no sólo sus sentimientos,
muy loables, sino también la razón en su escribir. Para interrogarse sobre el
mundo, para ofrecer explicaciones a este sinsentido y a esta locura maravillosa
de vivir, para buscar alternativas a la rutina
y a la mediocridad. Se trata pues, ésta, de una mirada que cuestiona las
cosas, que quiere ver su envés, que no se conforma con el derecho y la
apariencia uniforme de las cosas. Esto se ve en este libro en todos esos
fogonazos que va dejando diseminados por aquí y por allá, y se ve, aún más, en otros poemas szymborskianos con que
a veces nos deleita en Facebook – y a mí en particular, como ella sabe, amante
clandestino de la poeta polaca desde hace años, aunque digan que está muerta.
DE QUÉ NOS HABLA MJ en
este libro de título cuasi murakamiano
De todas las imágenes que se
nos han ofrecido del poeta, me quedo con una, la que ofrece Isidoro Blastein al
decir que “un poeta es como un cartero
que corre envuelto en llamas, alguien que corre envuelto en fuego con algo en
la mano que tiene que entregar”.
Aquí, en este libro, y esto que voy a decir es importante, porque es lo que diferencia a mi juicio un buen libro de un mal libro de poesía, hay alguien aquí que tiene algo urgente que decir.
Aquí, en este libro, y esto que voy a decir es importante, porque es lo que diferencia a mi juicio un buen libro de un mal libro de poesía, hay alguien aquí que tiene algo urgente que decir.
Yo leo este poemario en blanco y rojo y negro, con pequeños tonos aquí y
allá de un verde-jardín, que son los de la sorpresa y la emoción contenida. Ya
desde el título el rojo y el negro stendhalianos nos reciben: el negro de lo
muerto, el rojo de la vida, pero también el rojo de la sangre, de la herida
abierta que no deja de sangrar.
Y es que tiene este libro que ahora presentamos la
trama de un sudario que no quiere terminarse, porque Penélope espera ver a su
Ulises vivo y no muerto. Pero tiene también el tono y la gravedad de la elegía,
de quien sabe que vivir es oficio pasajero, y que somos tal vez los fantasmas de otros que nos precedieron o
de otros que nos velarán cuando queramos regresar.
Ya desde su dedicatoria “A los que
fuimos”, sabemos que se nos va a hablar de la memoria, más que del deseo. Ya desde el “Prólogo”, se nos presenta
teatralmente una escenografía que funciona como apertura de telón a lo que nos
espera después: un viaje a lo inquietante, al misterio, a lo perdido, a lo que
fue.
Todos somos muertos en vida,
todos morimos un poco y renacemos cada día, todos dejamos atrás ilusiones,
sueños rotos y cumplidos, juventud, lozanía, anhelo de eternidad, todos somos
hijos de lo que perdimos tanto como de lo que ganamos.
Y es que los verdaderos protagonistas
del libro no somos los vivos, sino los muertos, como en la película de
Amenábar, los otros, que deambulan a
su antojo por los corredores del recuerdo de MJV, la niña-pájaro, es en esta su
caja de recuerdos, como zombies de un
mundo pretérito y futuro que se incardina en el terreno resbaladizo
entre la memoria y el deseo. Y eso nos cuenta MJV, la vida de los otros, como
una espía enviada al otro lado del muro
para que luego vuelva a contarnos lo que ha visto.
- Los personajes del poemario, como
ella los llama en una de las partes del libro, son esenciales en el devenir de
éste. Asistimos aquí a un baile de máscaras en el que los bailarines son
fantasmas, un verdadero oficio de difuntos, una ceremonia espectral en un
palacio encantado por el que pasean descabezados, niñas sin pies, enanos,
ahogados, prisioneros, reyes destronados, una imaginería visual de tintes david-lyncheanos, si es que se permite
esa expresión sólo apta para cinéfilos- en la que predomina un narrador plural
omnisciente que a veces se confunde con el yo de MJ y otras con el de todos
nosotros, sus lectores, a quienes nos involucra, al sentir el escalofrío. Y es
que tiene este puñado de poemas esa sensación de una mano fría en la espalda.
Esa sería una de las primeras características que yo veo aquí: la búsqueda del escalofrío.
Hay un poema precisamente que se llama
así, EL NARRADOR:
“Había
un hombre muerto
Cuya
mano vivía.
Escribía
la historia.”
E historia se escribe con minúsculas: nuestra historia, la de
cada uno de nosotros, lectores del libro.
- Y junto a los personajes, el
paisaje por el que deambulan éstos: la puerta, el pozo, el patio... los
corredores de un palacio, una casa en ruinas, caminos subterráneos. Elementos
todos que nos remiten a la imaginería gótica del siglo XIX: Horace Walpol, el
castilo d Otranto, Vathek, Drácul de Coppola.
- Otra de las características de este puñado de poemas, en fin, y no quiero
ser demasiado prolijo en el análisis, es la sobriedad lingüística. Se trata este libro de un compendio de
visiones, de huidizas instantáneas que se valen de una economía en las palabras
admirable. Son poemas cortos, esenciales, diría yo, con animus necandi, o ánimo de entrar a matar en la suerte, sin
regodearse en los juegos preliminares. Que saben que no hace falta decir mucho
para dejar herido a los lectores.
- Llegué tarde a mi muerte.
-
Recuerdo ese final que llegará.
- A veces cuasi haikus “somos musgo en las habitaciones del Norte”
Y sin embargo, hay una última parte del libro, la cuarta, El pájaro rojo,
en la que parece asomar una tímida esperanza….
…………
¿Qué ha podido generar este libro, yo me pregunto? ¿Este descenso a las sentinas del mal y del miedo, este exorcismo del lenguaje en el que la escritora saca todos sus demonios? Y es una pregunta cuya respuesta sin embargo no quiero conocer, porque la poesía –como el arte en general- no debe ofrecer respuestas. Algo tan etéreo y frágil como la poesía debe ofrecer múltiples lecturas, a riesgo de convertirse en prosa. Y aquí se cumple a rajatabla: se trata éste de un poemario oscuro y difícil, en el sentido de que no hablamos de una poesía fácil para el lector que busca que le hablen de amor en el sentido sentimental del término ni de pajaritos en el sentido más frívolo del término. Haya aquí amor y pájaros, pero han pasado por la terrible experiencia de la vida y de la muerte: conocen el sabor del paraíso y del infierno, y vuelven de allí para contárnoslo.
…………
¿Qué ha podido generar este libro, yo me pregunto? ¿Este descenso a las sentinas del mal y del miedo, este exorcismo del lenguaje en el que la escritora saca todos sus demonios? Y es una pregunta cuya respuesta sin embargo no quiero conocer, porque la poesía –como el arte en general- no debe ofrecer respuestas. Algo tan etéreo y frágil como la poesía debe ofrecer múltiples lecturas, a riesgo de convertirse en prosa. Y aquí se cumple a rajatabla: se trata éste de un poemario oscuro y difícil, en el sentido de que no hablamos de una poesía fácil para el lector que busca que le hablen de amor en el sentido sentimental del término ni de pajaritos en el sentido más frívolo del término. Haya aquí amor y pájaros, pero han pasado por la terrible experiencia de la vida y de la muerte: conocen el sabor del paraíso y del infierno, y vuelven de allí para contárnoslo.
Belleza marchita, digo yo, que
otros han llamado “funebrismo
fantasmagórico”.
Poemas que nos remiten a cosas
que nos suenan: ¿por qué? Porque se basan en los cuentos y en las pesadillas de
la infancia.
Se trata, a veces, de poemas terribles, como Los enanos juegan, de resonancias panerianas y ese magnífico texto del mejor Panero “Está en venta el jardín de los cerezos”.
Se trata, a veces, de poemas terribles, como Los enanos juegan, de resonancias panerianas y ese magnífico texto del mejor Panero “Está en venta el jardín de los cerezos”.
Y siempre, siempre, para mí
muy presente, Alejandra Pizarnik… “Alejandra, Alejandra. Y detrás estoy yo,
Alejandra”
“Lloro al besar los labios de mí misma,
de
mí misma tan muerta, ya, tan fría”
Qué
versos tan potentes, que se graban a cuchillo en nuestros corazones indefensos:
“La historia la escribe un hombre muerto cuya
mano aún repta.”
“Tengo
las manos sucias/ de haber asesinado la alegría”.
Concluyo.
Nada hay en todas estas “oscuras iluminaciones” que no sea exigencia estética,
arte fiel de la palabra; nada que sea fácil acomodo o fingimiento estetizante o
concesión al tópico de lo gratuito o tentativa de seducción.
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